El 2 de abril se conmemora lo que es conocido como el Día Mundial de Concienciación del Autismo, designado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas en el 2007 en su resolución A/RES/62/139.
Por muchos años, y aún leyendo esta misma resolución, se habla del autismo como un trastorno o una afección y se expresa profunda preocupación por la prevalencia del mismo. Un panorama bastante desolador para las personas autistas y las personas que comparten con ellas.
Es este el espíritu que abundó por muchos años cuando se hablaba de autismo, particularmente en esta fecha.
Muchas personas sienten que el 2 de abril se ha convertido en una fecha conflictiva, que genera mucha ansiedad y angustia en personas autistas. Lo más extraño es que dicha hostilidad viene desde las personas que conviven directamente con el autismo, personas autistas con una visión más humanitaria del autismo y otras personas autistas y familiares que consideran el autismo una desgracia, un padecimiento.
Mi primer 2 de abril, después de mi identificación formal como persona autista, me acuerdo que recibí el mensaje de una madre que me dijo: Ojalá tuvieras el autismo de mi hijo. Un mensaje lleno de rabia y resentimiento, como si fuera un “error” ser su hijo. Lo único que me nació decirle a esa madre es: Ojalá, cuando estés en un mejor momento, vuelvas a leer este mensaje y lo borres. Yo lo voy a borrar, porque no me imagino lo doloroso que podría ser para tu hijo leer que su madre anda maldiciendo a personas que no conoce, deseándoles ser él.
Cuando leí el tema que la ONU propuso para este año: “De la supervivencia a la prosperidad”, sentí que era un aire de esperanza. ¿Será que finalmente están escuchando a los adultos autistas? Tal vez, las personas están reconociendo la lucha de las personas autistas en un mundo que no termina de entendernos.
Se reconoce que la mera existencia es un ejercicio de supervivencia cuando los contextos no están adaptados a nuestras necesidades, especialmente conociendo la alta prevalencia de ideación suicida y suicidio en la población autista, que es tres veces más alta que en la población general (Lai et al. 2019).
Si hay algo en lo que todos podemos estar de acuerdo, es que queremos vivir vidas prosperas. Yo aún solo veo buenas intenciones, pero estoy expectante. Creo que tratar de aunar criterios y acercar a una comunidad que pareciera estar tan alejada en esta fecha, es un camino que, al menos a mí, me gustaría explorar.