En el mes que relevamos la importancia de la lengua de señas quisimos conocer la historia de nuestra colaboradora sorda, Mariela Madriaga (25), quien trabaja como asistente de tienda en nuestro local Corona de Santa Cruz y es una talentosa tejedora a crochet.
En Chile no le hacemos la vida fácil a las personas sordas o con alguna discapacidad auditiva. El caso de nuestra colaboradora Mariela Madriaga es un claro ejemplo de ello, ya que siendo persona sorda de nacimiento tuvo que asistir a un liceo politécnico donde la lengua de señas no era considerada como parte de la malla curricular y la convivencia con sus compañeros estaba llena de desafíos.
Lo anterior, la llevó a aprender a leer los labios, ya que tampoco su papá quería que estudiara en una escuela especial. “Sufría mucho porque me costaba comunicarme con mis compañeros”, confiesa.
Dada su experiencia escolar cree que es fundamental incorporar, desde la infancia, la enseñanza de la lengua de señas chilena en los colegios. “Son muchas las personas como yo, y cuando se es niño no podemos decir lo que nos pasa, queremos expresarnos, queremos comunicarnos, tener amigos, pero nos sentimos solos si no somos escuchados ni comprendidos, la gente piensa que si uno es sorda no habla, pero no es así”, enfatiza.
Mariela y su trabajo en Corona
La llegada de Mariela a Corona, hace dos años, significó un gran paso para ella, ya era primera vez que se incorporaba al mercado laboral formal. Antes su único ingreso eran los tejidos que realizaba a crochet, ya que egresó del liceo con el título técnico de diseño de vestuario.
“Para mí trabajar acá ha sido importante porque he podido demostrar que puedo hacer cosas igual que las demás personas. Por eso me parece importante que las empresas sean inclusivas no tan solo en la publicidad, sino desde el corazón”, señala.
En ese sentido, recomienda que las personas sordas que atiendan público en tienda tengan un distintivo, porque muchas veces le hablan por detrás, sin saber que ella lee los labios. “Ellos creen que no los tomo en cuenta o no quiero ayudar, pero no saben que no escucho”, relata.
A la luz de la historia de Mariela, ¿te hubiera gustado que en tu colegio, escuela o liceo enseñaran la lengua de señas chilena?